Trabajar desde casa… ¿divertido? ¡Y tanto!

Relato hilarante y muy real sobre la aventura de trabajar desde casa, entre dudas existenciales, conversaciones absurdas, filosofía de estar por casa… y un masajeador de manos que salvó mi cordura.

Trabajar desde casa con humor

El caos productivo: ¿Quién dijo que trabajar desde casa no podía ser divertido? Trabajar desde casa es como jugar a la ruleta rusa… pero con tu dignidad. Y sin premios. Solo cafés fríos, videollamadas con el micro silenciado y ese pijama que ya se está fusionando con tu ADN. Pero, oye, ¿Quién dijo que no podía ser divertido? Porque si te lo tomas con humor (y una dosis generosa de autoengaño), esto del teletrabajo puede ser una tragicomedia digna de Netflix. Una tragicomedia digna de Netflix.

Yo antes era una persona normal. Tenía horarios, ropa planchada y hasta un jefe que me gritaba en estéreo. Pero entonces llegó “la oportunidad” de trabajar desde casa y, claro, como buena víctima de LinkedIn, dije que sí. Porque “ahorras tiempo”, “eres más productivo” y “conciliar es la clave”. ¡JA. JA. JA.! Qué inocente era.

El primer día: optimismo, café y filosofía sin complicaciones

El primer lunes me levanté a las 7:00, me duché, desayuné avena como si fuera Gwyneth Paltrow y abrí el portátil con ilusión. Tenía todo un planning, con colores y emojis, como si fuera a lanzar una startup. Me sentí tan profesional que hasta me hice una foto para Instagram. Ese fue el último día que vi el sol antes de las 5 de la tarde.

Y en ese mismo día descubrí dos cosas:

  1. Mi gato me odia cuando hablo por Zoom.
  2. Las conversaciones absurdas en casa son la nueva filosofía contemporánea.

Mi pareja me miraba raro cada vez que decía “voy a tomarme cinco minutos para meditar mis tareas”. Traducido: me eché en el sofá mirando el techo preguntándome si esto era realmente vivir o solo una partida muy lenta de los Sims.una partida muy lenta de los Sims.

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Semana dos: dudas existenciales con humor (o sin él)

La semana siguiente ya no me vestí. Pasé de pijama de unicornio a bata de Jedi, y de ahí al modo gremlin. Las videollamadas las hacía con filtro, el fondo desenfocado y una taza de Apple (sí, con el logo bien grande, para aparentar éxito aunque dentro llorara).una taza de Apple (sí, con el logo bien grande, para aparentar éxito aunque dentro llorara).
Y entonces me pasó lo peor: una reunión con cámara obligatoria. Ahí estaba yo, despeinado, con cara de “me he tragado una tostadora”, y de fondo mi gato trepando la cortina como si fuera Spiderman. La jefa solo dijo:
—¿Todo bien por ahí?
Y yo:
—Sí, sí, filosofía sin complicaciones.
Mentira. Llevaba tres días hablando solo y respondiendo con memes.

El colapso de las manos (y la mente)

Pero el golpe final llegó el día que, tras ocho horas de teclear furiosamente, las manos dijeron “hasta aquí”.
No sentía los dedos, tenía las muñecas en huelga y solo podía mover el meñique para pedir auxilio.
—Esto no puede ser —me dije mientras buscaba en Google “cómo ser carpintero sin usar las manos”.

Y ahí, entre tutoriales de automasajes y conspiraciones sobre ratones ergonómicos, apareció la salvación.
No me mires así. Sé que suena a invento de teletienda, pero es lo más cerca que he estado de un spa desde 2019. Metes la mano, te olvidas de la vida y sientes cómo vuelve la fe en la humanidad.

Reconciliación con la rutina

Ahora, mientras escribo esto, tengo una mano dentro del masajeador y la otra en el teclado.
He vuelto a hacerme planning (sin emojis), y hasta me pongo pantalones de verdad al menos dos veces por semana.
¿La clave? Reírse. Asumir que trabajar desde casa es una comedia de errores, pero si te lo tomas con filosofía, puede ser hasta terapéutico.

Y oye, si además tienes a mano (literalmente) un masajeador eléctrico, igual hasta sobrevives con dignidad.

Lecciones aprendidas (para los que prefieren las listas)

Trabajar desde casa es divertido si…

  • Te ríes de ti mismo antes de que lo haga tu jefe.
  • Aceptas las conversaciones absurdas como nueva normalidad.
  • Transformas tus dudas existenciales en monólogos humorísticos.
  • Adoptas la filosofía sin complicaciones como religión.
  • Tienes un masajeador de manos a tu lado como fiel escudero.
Y ahora tú: ¿cuántos cafés fríos llevas hoy?

Si te has sentido identificado con este caos ilustrado, igual va siendo hora de mimarte un poco.
Porque en esta vida moderna, si no puedes cambiar el mundo, al menos cambia cómo te tratas a ti mismo.

 

¿Tú también sobrevives al teletrabajo entre risas, lágrimas y memes? Cuéntamelo en los comentarios.

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