Una historia llena de humor y sarcasmo sobre cómo descubrir que aún cargar el móvil con cable puede llevarte, sin querer, a cuestionarte la vida y terminar pilotando un Porsche… aunque sea virtual.
Todavía cargas con cables
El despertar tecnológico (o el bofetón de realidad). Mira, no quiero sonar ofensivo… pero si en pleno 2025 todavía usas cables para cargar tu móvil, probablemente también tengas un Nokia 3310 escondido en un cajón “por si acaso” y usas el microondas como temporizador del horno. Oye, sin juicio, ¿eh? Yo también era de esos. Hasta hace poco. Hasta que la vida me dio una sacudida eléctrica (literal y figurada) que me hizo cuestionarme todo.
Una mañana, cargando el móvil con un cable medio pelado que parecía salido de una peli de terror, tuve una revelación. No divina, no exageremos. Fue más bien una de esas dudas existenciales con humor que aparecen entre el primer bostezo y el segundo café: “¿Y si esto dice más de mí de lo que quiero admitir?”
Y así empezó todo.
Crónica de un desastre con forma de cable
Esa misma tarde, en plena videollamada con mi jefe (un hombre con más gadgets que Elon Musk en una tienda de AliExpress), mi móvil decidió desconectarse del cargador. ¿El motivo? El cable decidió suicidarse. En directo. Delante de todos.
“¿Has probado con otro cable?”, preguntó mi jefe, con esa voz dulce que usa justo antes de despedir a alguien.
Y yo, con toda la dignidad que me quedaba, respondí: “Uso el mismo desde 2017, tiene historia, es como de la familia”.
Silencio incómodo. Como si hubiera confesado que me limpio los dientes con una espátula de cocina.
Esa noche, entre risas nerviosas y una copa de vino (vale, fueron dos), empecé a reflexionar. Quizá no era sólo el cable. Quizá estaba anclado al pasado. Quizá seguía teniendo la mentalidad de alguien que graba partidos en VHS “por si lo repiten mal”.
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De la carga lenta al Porsche virtual
Fue entonces cuando sucedió. Me invitaron a casa de un amigo para una tarde de “simracing”. Yo, que hasta hace poco pensaba que “simracing” era algún tipo de bebida energética con sabor a kiwi radioactivo, acepté por no parecer un boomer total.
Allí estaba: un cockpit de carreras Next Level Racing GTtrack, con su asiento de cuero, su volante profesional y unos pedales que te hacen sentir como si estuvieras arrancando un Porsche en plena curva del Nürburgring. Me senté, me puse los cascos… y volé.
No estoy exagerando. Volé. Mentalmente, claro, que físicamente sigo teniendo el mismo equilibrio que un gato en patines.
La experiencia fue tan brutal, tan absorbente, tan de otro mundo, que cuando terminó no quise volver a casa. No por el simulador. No por la pizza gratis. Sino porque sabía que me esperaba mi triste cargador con cable de antes del apocalipsis.
Conversaciones absurdas y decisiones importantes
En el trayecto de vuelta, mientras mi móvil agonizaba con un 3% de batería, tuve una conversación absurda conmigo mismo:
— ¿Y si dejamos de usar cables?
— ¿Dejar o no de vivir como si todo fuera temporal?
— ¿Debería comprarme un simulador de carreras en vez de ir a terapia?
Y lo hice.
Cambié el cable por un cargador inalámbrico. Cambié mi mentalidad de “por si acaso” por una de “¿por qué no ahora?”. Y sí, también me pillé el Next Level Racing GTtrack, porque si vamos a hacer las cosas bien, que sea con estilo. Y, seamos sinceros: si no voy a tener un Porsche de verdad, al menos que pueda conducir uno sin salir del salón.
Ahora mis amigos vienen a casa, se ríen de lo de antes y lloran de envidia con lo de ahora. ¿Y sabéis qué es lo mejor? Que ya nadie me pregunta si sigo usando VHS. Porque ahora, soy el que da la charla sobre “mente abierta” y tecnología”. Ironías de la vida.
¿Qué hemos aprendido hoy?
- Que usar cables hoy es como llevar hombreras sin ironía.
- Que mantener el interés por evolucionar es clave, aunque sea empezando por el móvil.
- Que las dudas existenciales con humor son más productivas de lo que parece.
- Y que los simuladores no son juguetes, son portales a mundos donde no hay atascos ni jefes enfadados.
Así que si tú también estás en ese punto de la vida donde sospechas que podrías estar quedándote atrás por costumbre, igual es hora de actualizarte. No te digo que tires el VHS. Pero igual es hora de dejar de soplar el cargador para que funcione, ¿no crees?
¿Te pica el gusanillo de la velocidad?
Fue mi entrada a un universo paralelo donde los cables no existen y los coches rugen como en Fast & Furious (pero sin Vin Diesel sudado al lado). No es publicidad, es terapia con volante.
¿Y tú? ¿Sigues usando cables o ya te has pasado al lado moderno de la vida? Cuéntamelo en los comentarios y comparte esta historia si tú también has tenido una epifanía tecnológica con aroma a sarcasmo. ¡Y pisa el acelerador sin salir de casa!
¡A una carcajada de distancia! De la siguiente historia.