¿Y si te dijera que una simple tarea de resumir terminó en una historia escatológica, filosófica y tecnológicamente reveladora? Acompáñame, que esto tiene curvas… y chorros.
Cuando el resumen se me fue de las manos
Y con él, mi orgullo. Literalmente.
Todo comenzó con una palabra: síntesis.
La odiosa, bendita y a veces incomprendida necesidad de resumir.
lass=»yoast-text-mark» />>De ser breve.
>De ir al grano.
>De no extenderme.
Entonces lo intenté.
Recorté palabras.
Eliminé adjetivos.
Corté comas como quien poda una planta con ira contenida.
Y de tanto cortar, el texto se quedó con una sola vocal.
Una.
La “A”.
Y sí, ya sé lo que estás pensando: ¿y eso qué?
Bueno, prueba leer esto en voz alta:
“Crpl bln trsk rzn plns d crz sngl glz.”
Exacto.
No es un hechizo celta.
Es lo que quedó de mi artículo después de “resumirlo”.
¿Por qué hice esto?
Por una necesidad ridícula de encajar en el mundo de los «textos optimizados para SEO».
Porque alguien en Twitter dijo que “menos es más”.
Y porque mi editor tiene la paciencia emocional de una patata hervida.
Así terminé.
Un resumen sin vocales.
Un baño sin papel.
Una dignidad sin dueño.
Y aquí viene la parte escatológica (literalmente)
Porque claro, mientras me devanaba los sesos intentando traducir «crpl bln trsk rzn», mi estómago decidió hacer de las suyas.
La urgencia llegó.
Y no precisamente la de corregir ortografía.
Me levanté.
Corrí.
Tropiezo.
Me doy contra la esquina del sofá.
Maldigo.
Llego.
Y me siento.
¡Y ahí… Descubro que no hay papel!
No uno arrugado, no uno roto.
Nada.
El porta rollos parecía mirarme con superioridad moral.
Como diciendo: “¿Acortaste las vocales? Pues ahora acorta el sufrimiento.”
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Y entonces… llegó la luz
<p>Literal.<p>Porque de pronto</em>, el asiento del inodoro se iluminó.
Con luces LED.<br
class=»yoast-text-mark» />>Con música ambiente.
>Con un mando a distancia que parecía salido de la NASA.
¡Tenía un bidé electrónico!
Y no uno cualquiera.
No.
Uno con presión ajustable, temperatura controlada, secado automático y hasta modo spa (no preguntes qué hace, pero se siente celestial).
¿El resumen?
Ese día descubrí dos cosas fundamentales:
- No se deben cortar vocales sin criterio.
- Un buen asiento de inodoro electrónico puede salvar tu existencia.
Así que mientras mi texto decía “bln trsk”, mi trasero decía “gracias tecnología japonesa”.
Pero espera… hay más
¿Te conté que el mando tiene memoria de usuario?
Sí.
Puede recordar tus configuraciones favoritas.
Como un mayordomo que te conoce por detrás. Literalmente.
Y por si fuera poco…
Se limpia solo.
No tú. Él.
El asiento.
Autolimpieza.
Automagia.
¿Y qué pasó con el resumen?
Lo tiré.
Junto con el viejo rollo de papel que ya no sirve para nada.
Ahora escribo largo.
Con todas las vocales.
Y con la tranquilidad de que, si algo me aprieta, hay un asiento esperando salvarme el día.
Moraleja (sí, hay una)
La vida es como un texto mal resumido.
Si le quitas lo esencial, pierde el sentido.
Y si lo haces apurado, acabas limpiándote con hojas de Excel.
Curiosidades narrativas que aprendí mientras sufría
- El 80% de los problemas comienzan en el baño o en el grupo de WhatsApp del trabajo.
- Las vocales son como el papel higiénico: sólo las extrañas cuando no están.
- Los mejores mecanismos de enganche empiezan con un apretón.
De inspiración o de intestinos.
¿Te sentiste identificado? Entonces…
👉 Échale un ojo al asiento de inodoro electrónico que salvó mi integridad.
Con mando, calor, luces, presión ajustable y autoestima incluida.
Perfecto para bromistas con mala suerte y escritores con intestinos traicioneros.
Ahora cuéntame en los comentarios:
¿Has tenido una historia de baño tan ridícula como la mía?
(Si no, invéntatela. Aquí nadie juzga).