Cómo no volverse loco haciendo la compra

El arte de hacer fila en el supermercado (y no perder la cordura). Relatos cómicos de la vida real sobre hacer fila en el super y no perder la cabeza en el intento.
Dramas intensos, traiciones silenciosas, guerras de carritos… y cómo un café frío puede salvarte la cordura.

Sobrevivir a la fila del hipermercado

La odisea comienza: solo iba por una leche. No sé si a vosotros os pasa, pero yo tengo el superpoder de ir al supermercado «solo por una cosa»… y acabar saliendo con una bolsa que requiere entrenamiento militar para ser levantada. Pero lo peor no es eso. Lo peor es la fila. Esa fila. Eterna. Desesperante. Infernal.

Y claro, yo, que soy una persona de paz (más o menos), me enfrento cada semana a esa experiencia como si fuera una prueba olímpica. Pero de las chungas, tipo: «aguanta sin perder la compostura mientras te pisan, te huelen la nuca y un niño te grita en estéreo a dos centímetros de la oreja».

¿Por qué siempre elijo la fila equivocada?

Hay un universo paralelo donde la gente escoge la fila rápida… y de verdad va rápida. Yo no vivo ahí.

Mi estrategia es observar, analizar y decidir con lógica matemática. Y aun así, SIEMPRE termino detrás de alguien que:

  • Ha traído cupones.
  • Quiere discutir el precio de los melocotones.
  • Ha olvidado un ingrediente y “va y vuelve en un momento”.
  • Está pagando con monedas de 1 céntimo. De las oxidadas.

Es decir, estoy atrapado en un relato cómico de la vida real que no pedí protagonizar.

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Uno empieza a detectar patrones. Porque las filas de supermercado tienen más drama que una telenovela turca.

El susurrador de la lista

Va leyendo la lista en voz alta, como si la estantería le fuera a contestar. Mira su carrito como si le estuviera traicionando. Tú solo quieres que pague ya, pero él… él aún duda entre la quinoa y el arroz integral.

El improvisador profesional

Va sin lista. Tiene poca o ninguna prisa. No tiene límites. Lo compra todo como quien elige su destino en una ruleta rusa del consumo.

El filósofo del ahorro

Paga en efectivo, pero lo cuestiona todo. Si la leche está a 1,10 y antes estaba a 1,08, ¿quién le devuelve sus sueños perdidos?

El niño hiperactivo con la flauta maldita

Sí, existe. Y ese día ha decidido practicar justo detrás de ti.

Mi crisis existencial frente a los congelados

Después de 20 minutos en la cola (más el calentamiento previo, la expedición por los pasillos y el slalom entre carritos), llego a ese punto donde me cuestiono todo. ¿Y si dejo el carrito aquí y me voy? ¿Qué me retiene? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Por qué he comprado quinoa si no sé cocinarla?

Y ahí, entre el surtido de congelados, mi café con hielo (el que me compré en la entrada para soportar el estrés) se convierte en sopa tibia. Un drama digno de premio Goya. Porque uno puede sobrevivir al súper… pero no a un café aguado.

La salvación (y no, no es exageración)

Aquí entra en escena el verdadero héroe de esta historia: el HyperChiller. Un cacharrito mágico que enfría tu bebida en 60 segundos. Café helado sin diluir, bebidas frías sin esperar y cero dramas existenciales.

Desde que lo tengo, lo llevo a todos lados. Vale, no a la ducha. Pero casi. Porque salir del súper, llegar a casa y tener tu café helado sin que parezca agua de fregona… eso es calidad de vida.

Y si te ves reflejado en esta historia (porque reconócelo, tú también has sentido la mirada de juicio del cajero cuando olvidas una bolsa), créeme: este invento te salvará más de una tarde.

Lecciones de vida que aprendí en la cola del súper

  1. No hay fila rápida. Solo hay ilusión.
  2. Nunca subestimes el poder destructivo de un carrito mal conducido.
  3. Una lista escrita es la diferencia entre comprar lo necesario y acabar con 14 latas de atún.
  4. El café frío puede arreglar un mal día. Pero solo si no está aguado.
  5. Y lo más importante: si llevas el HyperChiller, hasta la espera se enfría.

Sobreviví, pero no salí ileso

Salir del supermercado es como volver de una batalla. Pero en vez de cicatrices, llevas bolsas que te dejan marcas en los dedos. Y en vez de medallas, tienes un ticket largo como novela rusa. Aun así, aquí estamos, vivos para contarlo, listos para la siguiente aventura… aunque esta vez, con el café bien frío y sin dramas.

 

¿Te ha pasado algo parecido en el súper? ¡Déjalo en los comentarios!

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