¡No aguanto más vacaciones! Quiero trabajar ya

¿Y si las vacaciones fueran peores que el trabajo? Una historia absurda, sarcástica y tan real que da risa… y sí, incluye altavoces, aunque no como crees.

Estoy harto de descansar, necesito trabajar urgente

No puedo más.

No aguanto otra siesta, otro mojito, otro «relájate, estás de vacaciones».

Estoy hasta el gorro de descansar.

Sí, has leído bien.

Y antes de que saltes a decir “qué suerte la tuya”, déjame contarte lo que me ha pasado. Porque si tú también eres de los que imploran por estrés con urgencia, este cuento lleno de sarcasmo es tu misa dominical.

Me levanté a las 10:32… y lloré

No por tristeza, eh.

Por aburrimiento.

¿Sabes lo que es despertarte con el canto de un pajarito tropical que parece haberse tragado un despertador? Horrible. Eso no es paz, eso es tortura con plumas.

Y mi pareja me dice:
—»Tranquilo, amor. Relájate.»
¿RELÁJATE? Llevo cinco días sin hacer absolutamente nada útil. He limpiado la pantalla del móvil con la lengua de tanto mirarla. Ya conté las rayas del toldo. Dos veces.

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No te lo digo por exagerar.

Te lo digo porque ayer hablé con una palmera. Literal.
Y no, no estaba borracho (todavía).

La miré a los ojos (o cocos, no sé), y le dije:
—“Palmera, ¿tú crees que he nacido para esto?”

Y ella, movida por el viento, asintió con un “crack” de rama.

Lo supe. Había tocado fondo.

Mi cabeza: una playlist de pensamientos aleatorios

Por ejemplo:

  • ¿Cuánto tarda una persona cuerda en volverse loca si no hace nada?
  • ¿Qué pasaría si compro un Bugatti solo para hacer la compra?
  • ¿Cómo sería la vida si los altavoces pudieran leer mis pensamientos?

(Spoiler: no quieres que lo hagan)

Pero entonces… pasó algo

Estaba en la terraza. 42ºC a la sombra. Yo derretido como helado de vainilla sobre asfalto caliente. Y de repente… lo oí.

Música.

No la típica playlist de chill out. No.
Esto era reguetón en esteroides.
Era Ozuna predicando desde el monte Sinaí.

Miro. El vecino.
Con su cara de “me importa una m*erda tu paz”, y unos altavoces para exterior que parecían sacados de una rave en Marte.

Y fue en ese momento…
…que lo entendí todo.

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No estaba harto de descansar.
Estaba harto de descansar sin banda sonora.

Sin caos.
Sin gente.
Sin correos sin leer.
Sin estrés productivo.

Y sin altavoces. Altavoces de esos que hacen vibrar las paredes del alma.

Y aquí es donde la historia te pega el giro

¿Sabes lo que hice?

Entré. Busqué. Comparé. Compré.
Altavoces para exterior.

¿Para mí?
No.

Para hacerle competencia al vecino.
Para bailar salsa con la escoba.
Para gritarle a la palmera en estéreo.
Y sí, para simular que estoy en una oficina, con música de fondo, caos auditivo… y sentido de propósito.

Altavoces para exteriores: cuando descansar ya no basta

Si estás como yo:
Con la cabeza a punto de explotar de tanto descansar.
Con el alma pidiendo reuniones por Zoom.
Con el cuerpo deseando un “¿me puedes hacer un favor urgente?”…

Entonces, amigo mío, no necesitas psicólogo.

Necesitas sonido.

Y estos altavoces te lo dan todo.

  • Potentes.
  • Resistentes.
  • Imponentes.
  • Y perfectos para que la envidia vecinal se propague como buena música: por todos lados.
¿Quieres uno? Adelante, pero no digas que te obligué

No los vendo yo, que conste.
Pero los probé.
Y desde que los tengo, hasta el perro del vecino viene a escuchar.

Te dejo el enlace.
Sólo si estás dispuesto a no querer volver al silencio nunca más.


 

¿Estás harto de vacaciones como yo?
Cuéntame tu peor historia de descanso extremo.
Esa que nadie cree. Esa que da risa y tristeza a partes iguales.
Déjala en los comentarios.
Y si suena bien… quizás la leamos juntos. Con altavoces, claro.

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