Político en el súper: misión secreta

Vi a un político famoso en el supermercado, y lo que escondía en su mochila senderismo impermeable hizo que dejara mis compras para seguirle los pasos.

Lo que nadie esperaba ver en el súper

Lo juro: ayer vi a un político en el supermercado haciendo la compra. Pero no un concejal que compra tomates, no. Este sale en la tele más que las recetas de Arguiñano. Y no estaba inaugurando nada: estaba, como tú o como yo, delante de los yogures, con cara de estar eligiendo ministro.

El día que todo cambió en la sección de embutidos

Yo estaba a lo mío, con mi lista mental (pan, leche y algo que justifique mi existencia), cuando lo veo. Traje, corbata… y un carrito. El contraste era tan fuerte que la charcutera empezó a cortar jamón en cámara lenta.

Me acerqué. No por curiosidad… bueno, sí. Quería ver si también se peleaba con las bolsas de fruta como el resto de los mortales. Y ahí estaba, leyendo etiquetas como si estuviera negociando un tratado internacional.

TE PUEDE INTERESAR

El día que perdí el autobús… y casi la cabeza

El carrito de la vergüenza

Primero pensé: “Vale, yogures, pan de molde, lo típico”. Pero de repente: ¡una sandía entera! ¿Quién compra una sandía un martes de enero? Además, metía cosas y las sacaba. Como cuando intentas cuadrar el presupuesto y terminas quitando lo único que te ilusiona: las galletas.

Yo ya había dejado de mirar mi compra. Estaba en modo espía. Hasta que vi… la mochila.

La mochila que no debía estar ahí

Negra, discreta, de esas mochilas de senderismo impermeables que parecen decir: “Aquí guardo desde ropa hasta un plan para huir del país”. La puso en el fondo del carrito, sobre las patatas, como quien esconde una reliquia.

Mientras tanto, sonaba esa música de supermercado que nunca escuchas, pero que en ese momento sonaba como banda sonora de misión imposible.

Y entonces… el momento clave

En la caja, el cajero le dijo algo que no escuché. Él sonrió. Pero no era sonrisa de “buenas tardes”. Era sonrisa de “me he salido con la mía”. La mochila para senderismo impermeable salió intacta, sin pasar por la cinta. O eso parecía.

No le seguí hasta el parking (por miedo y porque tenía el pollo congelado en la bolsa). Pero desde ese día, cada vez que veo una mochila impermeable con funda de lluvia, pienso en todo lo que puede esconder: documentos clasificados, una botella de Rioja, o la receta de la tortilla sin cebolla.

Esa misma noche busqué la mochila. Ligera, resistente, con mil bolsillos. Ideal para montaña, para la lluvia… y para tus misiones “supermercadísticas” más secretas.


 

La próxima vez que vayas al súper, mira bien. El carrito de al lado puede esconder más que tomates. Y si es un político… ojo a la mochila.
Si ya tienes la tuya, cuéntame: ¿qué llevarías dentro?


¿Te unes a una lectura diferente, sin ruido? Solo deja tu email y cruza el umbral.


Deja un comentario