¿Diversión en la oficina? Sí, y con aire

Entre jefes intensos, compañeros raros y un ventilador que sonaba como un helicóptero, descubrí que la clave para sobrevivir a la oficina no está en el sueldo… está en el aire acondicionado móvil. Literalmente.

Cuando el calor no te deja pensar ni mentir

Lunes, 9:03 a. m. Ya sudaba por sitios donde ni sabía que tenía glándulas. El jefe, con su habitual entusiasmo nivel secta, entró gritando “¡Vamos, equipo!” como si estuviéramos en una película motivacional de los 90. Y yo, pegado al teclado, pensaba: Ojalá esta silla tuviera refrigeración incorporada.

Porque, seamos honestos, en esa oficina el único sistema de ventilación era abrir la ventana y esperar que una paloma pasara batiendo las alas con fuerza. Así empezaron las conversaciones que mezclan humor y sabiduría: todos hablando del calor, del sudor, de si esto era legal. Spoiler: sí, pero no debería.

El conflicto: Sobrevivir a la oficina y al compañero conspiranoico

En mi mesa teníamos a Pedro el Apocalipsis. Ese ser humano que cree que el calor extremo es un castigo por usar microondas. Pedro llevaba una toalla en el cuello y dos botellas de agua, “por si las moscas y los meteoritos”, decía. Mientras tanto, Marta, del departamento de contabilidad, había traído un ventilador portátil que hacía más ruido que un F1 arrancando. Parecía que contaba las facturas desde una pista de aterrizaje.

Entre tanto, yo me derretía. Literalmente. Me tocaba la frente y me devolvía sopa. Pero, por supuesto, el jefe decía que lo importante es “la actitud”. Claro, fácil decirlo cuando su despacho tenía aire acondicionado y parecía Canadá en enero.

Así que, en un acto de desesperación con tintes de valentía —o locura, según se mire— propuse en voz alta:
—¿Y si nos compramos un aire acondicionado móvil?
El silencio se hizo. Pedro me miró como si hubiera dicho “Invoquemos a Cthulhu”, pero el resto… el resto lo vio como una señal divina.

Revolución fresca y rebelión climática

En menos de una hora, había empezado una colecta entre risas, sarcasmos y sudores. La excusa oficial: “mejora del entorno laboral y prevención de incendios espontáneos”. La real: queremos vivir.

Y ahí comenzó la investigación. Google, Amazon, opiniones, comparativas, debates más intensos que los de cualquier tertulia política. Porque si vas a traer un aire acondicionado a la oficina, tiene que ser uno que no suene como Godzilla con alergia, que no pese como una lavadora y que no acabe haciendo más calor del que quita.

Finalmente, encontramos EL ELEGIDO. Compacto, elegante, silencioso. Vamos, que si hablaba nos le declarábamos todos. Llegó en dos días. Lo enchufamos. Y fue como abrir la puerta del paraíso. Hasta Pedro reconoció que no estaba mal… y eso, en su idioma, es lo más parecido a un abrazo.

Conversaciones fresquitas y productividad sospechosa

Lo curioso es que desde que el aire móvil entró en nuestras vidas, todo empezó a fluir mejor. Las conversaciones que mezclan humor y sabiduría seguían, pero ya sin el dramatismo pegajoso del sudor. Marta sonreía. Pedro sudaba menos. Yo… yo hasta tenía ganas de trabajar. O de fingirlo con más estilo, al menos.

Y lo más raro: el jefe entró un día, notó el fresquito, y dijo:
—Esto… esto mejora el rendimiento, ¿eh?
Lo miramos todos. Pero nadie dijo nada. La sabiduría está en saber cuándo callar y disfrutar el aire.

Moralina (pero con gracia)

¿La oficina puede ser divertida? Pues sí… si no te estás derritiendo. Y sí, también depende de la gente, del café, de las bromas tontas, y del aire que respiras —literal y metafóricamente—. Pero no subestimemos nunca el poder de un aire acondicionado móvil. Porque una oficina sin aire… es solo una sauna con Excel.

¿Te ha pasado lo mismo? ¿Tienes compañeros que necesitan más frío que un pingüino?

Yo no soy de recomendar cosas así como así (bueno, un poco sí), pero aquí te dejo el mismo aire acondicionado móvil que salvó mi verano laboral.
No es magia, pero casi. Te lo juro por mi sudadera empapada.

 

¿Tienes alguna anécdota “calurosa” en tu trabajo? Cuéntamela en los comentarios, que aquí se viene a reír y sudar… pero menos. Y si este post te ha sacado una sonrisa, compártelo con ese compañero que siempre está pegado al ventilador. ¡Hazlo por ellos! O por ti. O por todos.

¡Estas a una carcajada de distancia de la siguiente historia!

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