Luis en Barajas confundió la hora de embarque con la de pedir cappuccino. Perdió el vuelo, pero su historia es tan buena que casi vale el precio del billete.
QUIERO APOYAR a Engancha Mente El malentendido del “boarding time”
Luis no tenía prisa. “Boarding time: 10:15” decía la pantalla. Perfecto, pensó, eso es la hora en la que me levanto de la mesa, no en la que me subo al avión.
Mientras el resto de pasajeros se alineaban como si regalaran WiFi gratis, Luis seguía en la cafetería, saboreando su segundo cappuccino y escribiendo en Instagram: “Nada mejor que viajar sin estrés”.
Escalada del desastre
10:28. Voz por megafonía: “Última llamada para el vuelo a Lisboa”.
Luis, tranquilo, miró su reloj y dijo en voz alta: “Tranquilos, que queda boarding time de sobra”.
Cuando llegó a la puerta, la señora de embarque tenía esa sonrisa de villana de telenovela.
—Señor, el embarque terminó.
—¿Cómo que terminó? Si el boarding time es hasta que me subo…
—No, eso es la hora en la que empieza el embarque.
El resto es historia… y 3 nuevos seguidores en Instagram que lo grabaron discutiendo.
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El objeto salvador
En la cafetería, justo antes del drama, Luis había usado su dispensador eléctrico de agua caliente y fría para preparar un café perfecto, evitando pagar los 4,50€ del vaso de cartón.
Ese fue el único momento del día en el que no perdió nada (excepto el vuelo).
Ventajas de su dispensador:
- Agua caliente lista en segundos (y sin colas).
- Agua fría para bajar el enfado post-azafata.
- Portátil y sin necesidad de enchufe constante.
Moraleja absurda
Luis ya aprendió que “boarding time” no es un concepto flexible.
Ahora viaja con su dispensador siempre a mano: para el café de la victoria… o para el té de la derrota.
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