¿Tengo que asumirlo o cambiar de espejo? Reflexiones Cotidianas con Humor. Historia de Reflexión. Ver la vida con humor e inteligencia.
El reflejo implacable
Cada mañana, el mismo ritual. Me levanto, me lavo la cara y me planto delante del espejo. Y ahí está: un reflejo que, si fuera una notificación del banco, diría algo así como «Saldo insuficiente de juventud».
Las canas, que antes aparecían tímidas como invitados inesperados, ahora están en modo fiesta sorpresa. Las arrugas ya no son líneas de expresión; son capítulos de una biografía sin editar.
Lo peor no es verlas. Lo peor es que el espejo no se calla. Porque sí, los espejos hablan. No con voz, pero con verdades que nadie pidió. Y la mía es esta: ya no los fabrican como antes.
Antes, los espejos eran generosos. Reflexivos, sí, pero con tacto. Ahora, son como esos amigos que te dicen la verdad sin anestesia:
— Tienes ojeras.
— Esa no es la luz, es tu cara.
— Sí, la gravedad afecta a todos.
Y claro, la pregunta es inevitable: ¿tengo que asumirlo? O… ¿tengo que cambiar de espejo?
Manual de crisis para adultos en negación
Tengo una amiga, Laura. Más joven que yo. No porque haya nacido después, sino porque se niega a envejecer.
Un día la llamé y le solté la bomba:
— Creo que mi espejo me odia.
— ¿Cómo que te odia?
— Me devuelve una versión de mí que no reconozco.
— Tienes dos opciones: asumirlo o cambiar de espejo.
Ahí estaba. La respuesta que me negaba a considerar.
Asumirlo es lo que hacen los sabios, los evolucionados, los que meditan y aceptan el paso del tiempo con dignidad.
Cambiar de espejo… bueno, eso es lo que hacen los realistas. Porque, seamos honestos: la luz es un factor clave.
— ¿Tú qué harías? —pregunté, como si no supiera la respuesta.
— Yo ya lo hice. Y no solo cambié de espejo. Cambié mi forma de verme.
Ah, ahí estaba el giro filosófico.
— Explícate, Sócrates.
— Te lo cuento en persona. Vente a casa.
La conspiración de la iluminación
Fui. Porque el drama compartido es menos drama.
Laura me recibió con un vino y una gran sonrisa. Parecía más joven que la última vez. Sospechoso.
Me llevó a su habitación y ahí estaba. Un espejo de cuerpo entero con luz LED.
No cualquier luz. Luz regulable, equilibrada, diseñada para mostrarte lo mejor de ti sin venderte una mentira.
— A ver, mírate.
Me miré. Y lo juro: era yo, pero en HD.
Las canas seguían ahí, sí, pero con un aire de sabiduría. Las arrugas… bueno, más que arrugas, parecían huellas de experiencia.
Y entonces lo entendí. No se trata de engañarte. Se trata de verte con justicia.
La decisión inevitable
Salí de casa de Laura con una certeza: mi espejo actual era un traidor.
Así que fui a buscar el reemplazo. Porque aceptar la edad no significa rendirse. Significa ajustar la iluminación.
Encontré el modelo exacto. Espejo de pie, cuerpo entero, con luz LED ajustable. No distorsiona, no engaña. Solo te da la mejor versión de lo que ya eres.
Me lo llevé a casa, lo instalé y me miré.
Y por primera vez en mucho tiempo, sonreí a mi reflejo sin peros.
¿Asumirlo o cambiar de espejo?
La vida avanza. Nos cambia. Nos marca.
El truco no es aferrarse a la versión de nosotros que ya pasó.
El truco es iluminar bien la que tenemos ahora.
Porque sí, los espejos hablan. Pero si eliges bien, pueden contar una historia mucho más amable.