Un relato cargado de humor ácido sobre cómo vivimos obsesionados con la batería del móvil mientras ignoramos nuestra propia energía. Reflexión entre risas, un toque de ironía y una solución brillante: paneles solares. Porque tú también necesitas recargarte.
Energía pa’l móvil, ¿y la tuya?
A ver, confesad. ¿Cuántos de vosotros entráis en pánico cuando veis un 15% de batería en el móvil? ¡Que no cunda el pánico!, gritamos… mientras nos lanzamos como ninjas al enchufe más cercano. Da igual si estás en un funeral, una boda o una reunión de vecinos. Que se muera el tío abuelo, pero que no se apague el iPhone. Prioridades, colega.
Y ojo, que yo no soy mejor. El otro día salí de casa con el móvil al 83% y me dio ansiedad. ¿Y si me pierdo? ¿Y si pasa algo y no tengo cómo grabarlo para Instagram? ¿Y si me aburro y no puedo ver vídeos de gatitos tocando el piano? Vamos, un drama.
Pero claro, mientras cuidamos de nuestro amado dispositivo como si fuera un Tamagotchi de oro, nuestra propia batería vital va a pedales. Dormimos poco, comemos cualquier cosa, y nos tomamos un café a las cinco de la tarde pensando que somos invencibles. ¡No lo somos!.
El día que me fundí antes que el móvil
Os cuento: hace dos semanas me dio por hacer senderismo. Sí, yo también me sorprendo. Un plan “saludable”, me dijeron. Aire puro, naturaleza, desconexión… ¡y sin cobertura! (Eso ya no lo ponía en el folleto). Total, que me lanzo a la aventura con mi mochila, mis barritas energéticas (de esas que saben a serrín) y, cómo no, mi móvil al 100%, recién cargadito como un churro recién salido de la freidora.
Y ahí me tenéis, subiendo cuestas, sudando como un pollo al ajillo, y el móvil intacto. Ni una rayita de batería menos. Yo, en cambio, iba en modo “ahorro de energía”. Al tercer kilómetro ya veía visiones. Me hablaba una ardilla. Me pidió que le compartiera wifi.
Mientras mis piernas temblaban como gelatina en terremoto, miré el móvil y seguía a tope. Perfecto. Mi alma, en cambio, pedía socorro. ¿Conclusión? El móvil sobrevive a la caminata. Yo casi llamo a emergencias… si tuviera cobertura, claro.
Cuentos con humor ácido (y un poquito de verdad)
Esto no es solo un cuento con humor ácido, colega, esto es una verdad como un templo: estamos quemados. No de la playa, no. De la vida. Nos levantamos como zombis, nos alimentamos a base de café y nos vamos a dormir con el portátil aún encendido.
Y mientras tanto, preocupados por el cargador, la power bank, el cablecito bueno (ese que no está pelado), el enchufe con doble USB, el adaptador de viaje, el coche con entrada de carga rápida… Y nuestra energía vital, ¿eh? ¿Dónde está el cargador de eso?
Y además
Cuando descubrí que necesitaba enchufarme… al sol
Después del episodio senderista (que acabó con yo abrazado a un árbol implorando sombra), entendí que no podía seguir así. Me dije: “¡Necesitas energía de verdad, alma de cántaro!”
Y justo ese día, como si el universo me escuchara (o el algoritmo, que da más miedo), me salió un anuncio de paneles solares. ¿Coincidencia? No lo creo. El sol me llamaba. Y no para ponerme rojo como una gamba, sino para ofrecerme energía REAL. Para mí y para mi casa.
¿Y qué tiene que ver esto contigo?
Pues todo. Porque tú también vas en modo avión a veces. Porque también se te apaga la chispa a media tarde. Porque cuidas más de la batería del móvil que de tu paz mental. Y porque, como yo, necesitas recargar. Pero recargar de verdad.
Los paneles solares no solo son para hippies con huertos ecológicos. Son una forma inteligente de tener energía limpia, constante y, sobre todo, natural. Y si te lo montas bien, hasta puedes dejar de mirar la factura de la luz como si fuera un parte de guerra.
Además, están tan bien diseñados hoy en día que hasta decoran. Y te aseguro que mola más decir: “Mi casa funciona con el sol” que “me quedé sin batería y tuve que mendigar un cargador en el bar”.
¿Lo mejor? No tienes que ser Einstein para usarlos
Te los instalan, te los configuran y tú solo tienes que disfrutar viendo cómo el sol, que antes solo servía para ponerte moreno o derretir helados, ahora te da energía para todo. Incluso para ti.
Y no, no vengo aquí a venderte nada… (bueno, un poco sí). Pero si te has reído, te has sentido identificado y estás hasta el moño de vivir fundido como una bombilla vieja.
En resumen:
- Nos obsesiona que el móvil no se quede sin batería.
- Nosotros vamos como pilas gastadas del mando de la tele.
- Hay que recargarse. Literal y metafóricamente.
- El sol no solo está para las fotos de atardecer.
- Los paneles solares pueden ser tu mejor enchufe… vital.
¿Y tú?¿Cuánta batería te queda? ¿Te has parado a pensar cuánta energía te queda al final del día? ¿Y si empezamos a cargar también nuestra propia batería? Échale un vistazo a los paneles solares y empieza a vivir con energía de verdad. Porque tú también mereces estar al 100%.