Risas, absurdos y aprendizajes. Conversaciones absurdas. Pensamientos profundos en entornos casuales.
Reflexiones informales pero profundas en baños públicos
Soy de los que creen que los baños públicos son un microcosmos de la humanidad. Puedes entrar a hacer tus cosas y salir sin más, o… puedes quedarte el tiempo suficiente para presenciar conversaciones que desafían tu mente.
Sí, lo sé, suena raro. Pero escúchame.
En estos templos de lo efímero, donde las normas sociales se relajan (a veces demasiado), he escuchado reflexiones informales pero profundas, teorías conspiranoicas dignas de un documental de Netflix y conversaciones absurdas que aún resuenan en mi cabeza.
Y lo mejor de todo: algunas de ellas me han enseñado más sobre la vida que cualquier libro de autoayuda.
Hoy te cuento tres historias que escuché en baños públicos y cómo cambiaron mi forma de ver el mundo.
La filosofía del papel higiénico
Estaba en un baño de una estación de servicio, luchando con un dispensador de jabón que parecía diseñado por un ingeniero del mal, cuando escuché a dos tipos en los lavabos tener una discusión filosófica de alto nivel:
—Te lo digo, tío, la vida es como el papel higiénico.
—¿Cómo que como el papel higiénico?
—Pues mira, al principio parece que tienes un montón de tiempo, pero cuando menos te lo esperas, te queda solo un pedacito y ya es tarde.
Hubo un silencio. Incluso yo dejé de pelear con el jabón para reflexionar.
No sé qué pensó su amigo, pero a mí me pareció una metáfora demoledora sobre la fugacidad de la vida.
El dilema del teléfono caído
Otro baño, otra historia. Esta vez en el centro comercial.
Estoy en una cabina cuando escucho un sonido aterrador: el plop inequívoco de un móvil cayendo al agua.
Silencio.
Luego, una voz agónica:
—¡NOOOOO!
Y su amigo, en el urinario de al lado, en tono solemne:
—Decide bien, hermano. O rescatas tu móvil o tu dignidad. Pero ambas cosas no pueden sobrevivir.
No supe cuál fue la decisión final, pero este episodio me recordó que, en la vida, a veces hay que elegir entre lo práctico y lo honorable.
El cine improvisado
La última historia ocurrió en un festival de música. Fila interminable para el baño portátil. Un tipo, harto de esperar, sacó un mini proyector, lo conectó a su móvil y empezó a proyectar en la pared del baño un vídeo de gatos haciendo parkour.
La gente, en vez de quejarse, se quedó embobada mirando la proyección.
Fue en ese momento cuando entendí algo: el aburrimiento es opcional. Solo necesitas un poco de creatividad… o un mini proyector portátil como el que aquel genio llevaba en su mochila.
Si alguna vez te encuentras en una situación tediosa (esperando en la cola del baño, en un aeropuerto, en una reunión aburrida), quizás quieras tener a mano uno de estos proyectores. No solucionará todos tus problemas, pero hará que la espera sea mucho más llevadera.
Y eso, amigo, ya es bastante.
¿Tienes una historia épica relacionada con un baño público? Cuéntamela en los comentarios…