Mañana empiezo y desengancho mi mente de otras tareas irrelevantes. Conversaciones Absurdas. Dudas Existenciales con Humor.
Mañana empezaré… Seguro que lo has dicho. «Yo también».
Lo dije cuando quise hacer ejercicio.
Cuando quise comer más sano.
Cuando decidí ser una persona organizada.
Y lo dije ayer, cuando vi la montaña de ropa sin planchar en el sofá y pensé: “Mañana me pongo en serio con esto”.
Aunque creo que mi mente estaba enganchada a otras ideas para ella y para mí más placenteras.
Y efectivamente, ha amanecido… y ahí sigue la ropa.
El ciclo infinito de la procrastinación (o cómo engañarnos con estilo)
No sé tú, pero yo tengo un máster en engañarme a mí mismo con excusas perfectamente razonables.
—Hoy no es el mejor día.
—Si lo hago mañana, estaré más motivado.
—Seguro que en un rato me apetece más.
Y mi mente enganchada y proactiva, dándome centenares de ideas más.
Y así, sin darme cuenta, el “mañana empiezo” se convierte en un “bueno, ya para el lunes”, y luego en un “mejor en enero”, y luego… en nada.
La mente es astuta. Y su truco favorito es la ESTRATEGIA DEL ENGANCHE (sí, con mayúscula).
¿Qué es el enganchamente y por qué nos sabotea?
El engancha mente es esa voz interna que te convence de que mañana será el día perfecto para empezar. Que hoy no es el momento ideal. Que un poquito más tarde está bien.
Es como un comercial de teletienda, pero dentro de tu cabeza:
—¡No empieces hoy! ¡Mañana tendrás más energía, más ganas, más alineación planetaria!
Y claro, caemos en la trampa.
Porque la mente enganchada y juguetona, sabe que cuanto más pospongas algo, más difícil será empezar. Y así, sigues sin desafíar a tu mente super enganchada a sus menesteres.
La revelación (o cómo un desastre me cambió el chip)
El otro día, el enganche mental estaba en su mejor momento. Yo, felizmente ignorando la ropa sin planchar, hasta que…
Ding-dong.
—¿Quién será?
Abro la puerta. Mi suegra.
—¡Qué sorpresa! —digo, intentando tapar la pila de ropa con una sonrisa.
Pero no hay escapatoria. Ella ve todo. Y dice la frase que hiela la sangre:
—Uy, qué desastre, hijo. ¿Te ayudo?
Y ahí entendí algo. No era la ropa. No era la pereza. Era el hábito de dejarlo todo para “mañana”.
¿Cómo vencer el enganche de tu mente sin dramas?
No voy a soltarte el típico “hazlo ya y punto”. No funciona así.
El truco es empezar sin compromiso.
—No tienes que planchar toda la ropa. Solo una camisa.
—No tienes que hacer una rutina de una hora. Solo cinco flexiones.
—No tienes que ordenar toda la casa. Solo un cajón.
Lo difícil no es hacer las cosas. Lo difícil es empezar.
Así que me puse a planchar una sola prenda. Y luego otra. Y otra.
Hasta que, sin darme cuenta, terminé toda la montaña.
El arma secreta para no volver a caer en la trampa
Ahora bien, hay algo que me ayudó aún más.
Verás, antes odiaba planchar porque mi vieja plancha era un castigo medieval. Se pegaba, goteaba agua, tardaba una eternidad… Un horror. Hasta que descubrí el centro de planchado. Rápido, eficiente, sin esfuerzo.
Y ahí entendí otra lección: cuando algo es fácil y rápido, es más difícil posponerlo.
Así que si hay algo que llevas tiempo postergando, hazlo más fácil:
✔ Compra mejores herramientas.
✔ Reduce el esfuerzo inicial.
✔ Deja de esperar a “tener ganas”.
Porque, amigo mío, el mañana perfecto no existe.
Y si sigues esperando, lo único que vas a acumular es ropa sin planchar (y visitas sorpresa de tu suegra).
¿Listo para empezar?
Si te identificaste con esta historia, quizás sea hora de hacer algo hoy, aunque sea un poquito.
Y si la ropa sin planchar es tu enemigo número uno… dale una oportunidad a un centro de planchado… Créeme, tu yo del futuro te lo agradecerá.