Esa charla rara que me salvó el día

Una simple charla con un desconocido en el portal terminó en una carcajada, una reflexión y, sorprendentemente, una compra de kits de vigilancia. Humor, ironía y enseñanza, todo en un día cualquiera.

Conversación que lo cambió todo

Todo empezó con una bolsa de basura

Salí al rellano con cara de lunes aunque era jueves. Ya sabes, ese estado anímico en el que ni el café se atreve a hablarte. Bajaba la bolsa de basura —mi mayor logro hasta el momento— cuando me topé con el vecino del 4ºB. No nos conocíamos mucho, solo lo justo para fingir que no nos habíamos visto cuando coincidíamos en el ascensor.

Pero esa mañana, vaya usted a saber por qué conjunción astral, me saludó. Y no con un simple “buenos días”, no. Me soltó un:
¿Tú también tienes la sensación de que alguien te observa mientras comes cereales?

Y claro, ante semejante entradilla, yo solo podía hacer dos cosas: 1) Fingir que no escuché y subir corriendo, o 2) Aceptar el reto conversacional.
Opté por lo segundo. Y bendita sea mi curiosidad absurda.

La paranoia del desayuno y otras locuras cotidianas

¿Perdona? —le solté con media sonrisa y el cerebro en cortocircuito.
Sí, hombre, cuando estás solo en casa y de repente te entra la mosca de que algo o alguien te vigila. Aunque sea una lámpara, un ficus o el horno.

Y así, sin comerlo ni beberlo, nos enredamos en una charla que duró 42 minutos cronometrados. Pasamos de teorías conspiranoicas sobre cámaras ocultas en cajas de cereales, a compartir nuestras técnicas de defensa casera. Él usaba un palo de fregona “por si las moscas” y yo confesé haber dormido más de una vez con una sartén cerca de la almohada.

Sí, lo sé. Maravillosa salud mental la nuestra.

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El susto de mi vida

Lo divertido fue que, mientras nos reíamos de nuestras tonterías, él mencionó que había instalado un kit de vigilancia en su piso. Nada caro, fácil de montar, y según él, lo mejor para “ver si el gato es el que se zampa los cereales o si hay poltergeist”.

Yo me reí. Mucho. Hasta que esa misma tarde, estando solo en casa, vi que la puerta del salón se movía sola. Sola.
Amigos, os juro por la dignidad de mi planta del pasillo, que sentí el alma salirme por las orejas. Agarré la sartén, claro. Por inercia.

Y justo cuando iba a ejecutar mi plan de ataque “Sartenazo Defcon 1”, salió mi gato. Mi gato, que según el veterinario es muy listo, pero que según yo es el responsable de todas mis taquicardias domésticas.

La enseñanza, el cachondeo y… un kit de vigilancia

Después de semejante susto, y como soy un ser humano contradictorio, entré en Amazon, puse “kits de vigilancia” y me encontré justo el que me había recomendado el vecino.
Sí, lo compré. ¿Y qué? No por paranoia, por tranquilidad, que no es lo mismo (o eso me repito mientras miro las cámaras cada media hora).

Ahora, por lo menos, tengo pruebas irrefutables de que mi gato abre armarios, me juzga desde la encimera y probablemente planea dominar el mundo desde la bañera.

Y lo mejor de todo: cada vez que veo las grabaciones, me acuerdo de aquella conversación absurda que me cambió el día. Una tontería de charla, sí. Pero de esas que te alegran, te enseñan, y te hacen reír como si no existiera el lunes.

Lo que aprendí entre risas (y cámaras)

Porque sí, a veces las pequeñas historias con grandes enseñanzas vienen en forma de charla random con alguien que ni conocías bien.
Y no hace falta que te pase algo épico para que el día valga la pena. A veces solo basta con escuchar, reírse de uno mismo y, por qué no, instalar un kit de vigilancia para ver cómo tu gato conspira contra ti.

No es solo para evitar sustos (aunque también), sino para echarte unas risas viéndote a ti mismo bailar mientras cocinas, o descubrir que tu perro sí que se sube al sofá cuando no estás.
Y si no lo necesitas, al menos te has echado una risa. Que eso también vigila el alma, ¿no?

¿Te ha pasado algo así de loco o inesperado? Cuéntamelo en los comentarios o compártelo con ese amigo que jura que su Alexa le espía mientras canta en la ducha.
¡Nos leemos, colega de las charlas absurdas y valiosas!

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